jueves, 9 de agosto de 2012

La historia de un niño que dejo de amar…


Erase una vez un conejito de peluche que era feliz. Vivía con un niño que jugaba con él y acariciaba su piel grisácea y suave. Por las noches, lo abrazaba dulcemente bajo las sábanas de su cama y cuidaba de él como si fuera su propia vida. Los años iban pasando y el niño crecía y crecía, y aquel muchachito inocente, cariñoso y risueño había dejado paso a un adolescente rebelde y brusco.

Un día, los amigos del chico aparecieron por sorpresa y él, en un arrebato, lo cogió de las orejas y lo tiró dentro de un armario, como si se avergonzara de las huellas de su infancia.

Dentro del oscuro armario, el conejito notaba como le dolía la herida que tenía en su corazón de algodón, recordaba como el chiquillo, que tanto amor le había dado, lo había tratado tan cruelmente. Tantos momentos mágicos que habían pasado los dos juntos habían sido borrados en unos instantes. Sentía como parte de su interior salía fuera de su ser, tejidos de sentimientos desbocados salidos de la herida de la oreja por donde el chico lo había cogido tan bruscamente. Fuera se oían las voces y gritos del chico y sus amigos que hablaban a la vez.

Pasó mucho tiempo, tal vez horas, meses o quizás años, hasta que el armario se volvió a abrir. Apareció una mujer de piel bronceada que jamás había visto, lo cogió en brazos con expresión triste. Busco el costurero y comenzó a coserle la oreja dejándolo como antes. Cuando acabó le dio un baño, tratándole con sumo cuidado, lo seco y lo cepillo con esmero, y finalmente lo perfumó con una fragancia muy suave.

Lo volvió a coger y lo llevó a otra habitación donde estaban un hombre y un bebé. El conejito reconoció al hombre de inmediato, era el niño que tanto lo había querido que se había hecho mayor. Este cogió al bebé en brazos, una niña de piel morena, igual que la de la mujer, y de cabellos castaños, igual que los del hombre. La mujer sonreía, radiante, mientras decía "María, mira a tu nuevo amigo". La mujer entregó el conejito a María que lo miró con una expresión de sorpresa adorable y unos segundos después lo abrazó con sus manos delicadas y pequeñitas, el conejito sonrió por sus adentros.

Erase una vez un conejito de peluche que volvió a ser feliz...

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