domingo, 23 de enero de 2011

Queriendo ser frío, me derrito.

Casi no encuentro las palabras para poder plasmar lo que siento, alguien debería de inventar nuevos términos para poder definir este sentimiento. Al principio, nada más conocerte, preferí mostrarme frío, un caparazón de hielo que has ido destruyendo poco a poco, porque cada vez que sabía de ti se ha ido derritiendo.
Ahora, sin embargo, lo primero que se me cruza por la cabeza al despertar es ¿Cómo estará? Has conseguido entrar en mi corazón de un manera muy extraña, al principio sentí que se me venía todo abajo porque me negaba a aceptarlo, a día de hoy, mirando a través de ti puedo ver sentimientos puros y mágicos, pero ya no me conformo con mirarte, desearía poder abrazarte.
Quisiera que esto nunca acabara, que dentro de mil años siguieras despertando en mis las mismas sensaciones de ahora y poder compartirlas juntos por una eternidad.
De nuevo hoy me acostaré con alegría, me dormiré con tu imagen en mi mente, quisiera poder expresarte de alguna manera mi felicidad por ti, pero basta con que me mires a los ojos… la descubrirás.
Pd:tk
jueves, 20 de enero de 2011

Querida enemiga


Desde las frías estancias salían los quejidos de los soldados heridos.

Solamente había un médico, que a cada momento lanzaba maldiciones mientras iba de un camastro a otro acompañado por unas enfermeras con el uniforme manchado de sangre y los brazos desnudos, porque las mangas habían sido usadas para hacer vendas.
Dos camilleros hablaban y fumaban impasibles en el pasillo del improvisado hospital, esperando que llegasen más heridos del frente occidental o que les avisasen para retirar otro cadáver.
Un sacerdote sentado en una cama junto a un soldado moribundo al que acababa de dar la extremaunción, parecía rezar con las manos cubriéndose el rostro, o tal vez escondiendo la impotencia.

Bernabé podía verlo todo desde el lugar donde lo habían acostado; podía verlo y oírlo pese a que frecuentemente perdía la consciencia durante un tiempo y luego despertaba otra vez en aquella pesadilla. Había perdido mucha sangre y la herida todavía manaba tiñendo de rojo el vendaje.

El cura dejo de cavilar y al ver los ojos sin vida del muchacho al que acompañaba se los cerró y le hizo la señal de la cruz. Luego se incorporó pesadamente y avisó con un gesto a los camilleros. Después comenzó a andar ojeando a los soldados tumbados.

Bernabé lo veía acercarse con paso pausado y descubrió en los ojos de aquel sacerdote la mirada que nunca hubiera querido ver; la de la lástima más profunda.
Cerró los ojos para no verlo llegar, quiso huir de aquella pesadilla; volver a abrazar a Rocío, comer el guiso de mamá, vivir, gritar… Las palabras del sacerdote llegaban sin sentido hasta su tímpano, luego sólo un murmullo y después el silencio.

Cuando despertó, el cura ya no estaba allí.
En el pálido rostro de Bernabé se dibujo una dulce y triunfal sonrisa, pues había vencido a la muerte
lunes, 17 de enero de 2011

Grabado a fuego

Hoy, un día más, en medio de esta distancia que nos separa, el sonido de tu ausencia me invade, golpea en mi corazón, y me regresa a una realidad que no deseo.
Busco en torno a mí y sólo encuentro vacío donde antes estuvo tu cuerpo, tu mirada, tu sonrisa…
Giro y giro, a un lado y a otro, y no te encuentro. Y entonces recuerdo.
Recuerdo el roce de nuestros labios, de cuerpos fundidos, de miradas. Grabados a fuego en mis dedos, aquellos que te recorrieron pausados unas veces, otras ansiosos; ni un solo rincón por explorar, cada poro de tu piel contra la mía.
Te aprendí para decirte sin temor a equivocarme, para no olvidar ni una sola de tus letras. Termine mi lectura con tu esencia. Con ese aroma que desprendía tu ser, que al mezclarse con la mía se produjeron: Perfumes a ternura, delicadeza, a te quieros, a pasiones, amores…

Hoy amanece, un día más, en medio de esta distancia que nos separa, y te siento.

PD: Dedicado al amor de mi vida y a nuestro próximo encuentro. Te quiero.
domingo, 16 de enero de 2011

El valor de tu presencia


Era un día muy frío de invierno, lluvia intensa. Su vista se perdía en el océano del espacio, contemplándolo desde el vacío de sus ojos. Acolchó su mejilla derecha sobre la mano.
Quedaba apartado del mundo, intentando recordar lo ocurrido. Solo necesitaba un poco de tranquilidad y sabría como poder continuar con todo. Un cigarro se consumía entre sus dedos.

Que difícil sería. Necesitaría de unos días, unas semanas de libertad para recapacitar. Quizás nunca se recuperaría pero, no quería llegar a la solución más sencilla. No quería acabar colgado bajo las ramas de un árbol, eso sería demasiado cobarde incluso para él.

Cada día le repetía lo mismo y no la escuchaba. Estaba muy ocupado con sus asuntos, y ella seguía repitiendo que algún día la perdería para siempre.
El recordaba la seguridad que tenía al afrontar ese asunto, todo saldría bien, lo tenía todo bajo control.

Pero llego aquel día que nunca debió llegar. Solo habían sido unas copas de más, o eso creía, hasta verla allí tendida en el suelo, sangrando. Le gritó que se levantara, que nunca más le haría aquello, que se entregaría el mismo a las autoridades si volvía a levantarse.

Empezó a entender todo lo que anteriormente le había dicho. Entendió que aquello a lo que agredía físicamente era toda su vida y sin ella yo no era nadie, era un simple tachón en una hoja en blanco.

Cuanto suplicó para que volviera a levantarse. Intento rogar por si había una fuerza superior ahí arriba le volviera a dar otra oportunidad. Pero sus palabras se perdían en el vacío, todo lo que conseguía emitir eran gemidos y sollozos.
Sus lágrimas mojaban todo el suelo. Desesperado se lanzó al piso y la abrazó muy fuerte pidiéndole que volviese.
Su rostro quedo enternecido al recordar aquella mirada tan dulce e inocente con la que le miró aquella primera vez. Se sonrojaron sus mejillas y sus ojos parecían morirse de vergüenza. Aquel día entendió que aquella chica era la mujer de su vida, esa que no le pertenecía, que no le merecía.

Cuanta inocencia reinaba en esos primeros días, meses. Que felices eran, todo era tan bonito! Estaban muy ilusionados, hablando de planes de futuro que llenarían sus vidas por completo. Se prometieron no fallarse nunca.
Pero que lejanos quedaban aquellos días, cuantos cambios se habían producido... Estalló de nuevo entre lágrimas y golpeó duramente la mesa...

De pronto, escuchó una voz muy suave a su alrededor... alguien susurraba dulcemente,
-Despierta dormilón-.
Sonrío de oreja a oreja y la abrazó. La besó con todo su amor y la miró muy seriamente. Le dijo que la quería mucho y que jamás le haría daño. Ella le dedicó una sonrisa muy dulce, que erizó todo su cuerpo.
No preguntó nada, solo le bastaba saber que la seguía queriendo de la misma manera que el día anterior.
miércoles, 12 de enero de 2011

Con destino al cielo


Abuelo… ¿sabías que crearía un día para homenajearte?
Ese día es hoy… y ¿sabes qué día es hoy? Son todos, porque en mis pensamientos aparecerás día tras día.

Ya que tengo la oportunidad de poder escribirte y expresar lo que siento por ti, quiero dejar en internet para que todo el mundo sepa, que fuiste súper importante en la vida de tus nietos. No sé si lograre de terminar de escribir esto sin que las lágrimas se deslicen por mis mejillas, pero seguro que no está a la altura de lo que mi abuelo merece.

No existe la forma de comparar para saber quien tuvo el mejor abuelo, no se puede contrastar, pero yo se que eres tú, mi abuelo, el mejor del mundo.

Unos de los primeros recuerdos que tengo contigo, es de estar en tu patio junto a las gallinas y los pollitos que acababan de nacer. Como me gustaría retroceder el tiempo y volver a vivir todos esos momentos, en los que yo siendo un niño me quedaba embobado escuchándote y aprendiendo cosas de ti.

También recuerdo cuando salías esas noches de verano a la calle, mientras nosotros jugábamos, a decirnos cualquier tontería, cantarnos alguna cancioncilla o inventarte que habías visto algo por el “corralón” todo eso solo para hacernos reír.

Ahora ya, tan solo puedo darte las gracias por haberte conocido durante 23 años, por haber podido escuchar siempre las mismas historias, que no por repetidas dejaban de ser bonitas, ya solo me queda recordar aquel viejito dulce de ojos risueños, ese eres tú, mi abuelo.

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